ROBO A BLINDADO

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A nadie extraña que se robe el dinero a una camioneta de valores en donde incluso en muchas ocasiones llega a haber muertos, pero robarse la camioneta con el dinero y custodia dentro ya sobresale de lo normal.
Aquel 21 de diciembre del 2012 comenzó para Beatriz Cobarrubias Hernández, de 45 años de edad, como otro día cualquiera, la rutina de siete años la hacía acudir a su trabajo con toda tranquilidad a pesar de ser consciente del riesgo que corría, pues su profesión era de alta peligrosidad.
A las seis de la mañana del mencionado día, una camioneta blindada de valores partía de su base con un cargamento de doce millones de pesos. En su interior viajaban el conductor, dos custodios y la cajera.
Eran sobre las diez de la mañana cuando la camioneta llegaba a una tienda de la importante cadena Soriana, ubicada sobre Río consulado en el DF.
Para entonces habían repartido en diversos cajeros unos cuatro millones de pesos. Todo marchaba normal, nada podía hacer sospechar a Beatriz que en unos momentos iba a cambiar su vida por completo.
En el estacionamiento de Soriana se estaciona la camioneta de valores, los dos custodios se disponen a realizar el acostumbrado movimiento de dinero pero hay una falla en el cajero de la tienda por lo que ambos custodios con el operador se dirigen hacía éste para tratar de arreglar la falla. En la camioneta se queda Beatriz junto a la caja.
Tan sólo pasan unos pocos minutos cuando la mujer ve a dos tipos sin uniforme y a cara descubierta entrar por el lado del volante a la camioneta. Una mampara divide los compartimentos del chofer con el de la cajera. Rápido uno de los individuos rompe un vidrio o tronera, como le llaman en el argot y disparan tres tiros hacia donde está Beatriz, lo que hace que ésta aterrorizada se eche hacía un lado por puro instinto conservador.
Uno de los tipos toma el volante y arranca la camioneta para parar calles adelante. En este tiempo han sacado el dinero y se apoderan de la escopeta que Beatriz trata de ocultar bajo su pierna y que piensa utilizar en cuanto tenga posibilidad pero se la quitan y la arrojan lejos de su alcance. Dos carros con varias personas, que la mujer calcula en unos siete u ocho, están listos para recoger a los dos compañeros que han realizado la audaz acción y ya con ellos en los autos emprenden la huida.
Beatriz alcanza a ver la numeración de la matrícula de uno de los carros, llamando de inmediato a la base para dar los datos correspondientes.
En el lugar que aparece la camioneta se arma un alboroto entre policías del DF y custodios de valores, se dice que incluso llegan a cortar cartucho, pero al final no pasa a mayores y los cuatro de la camioneta junto con ésta son trasladados al ministerio público.
El robo asciende a 8 millones de pesos y comienza el infierno para Beatriz.
Y nos encontramos una vez más ante una falta total de profesionalismo por parte policíaca y con una inocente en prisión.
Las conclusiones de la policía son simples, como siempre, a falta de dar con los delincuentes se fabrican otros y así Beatriz y los otros pasan a ser parte de la banda y por lo tanto enviados a prisión.
Beatriz va a Santa Martha. En los careos que tiene un «astuto» policía la dice que en un vídeo de Soriana se aprecia como se ladea para un costado, esto para dejar paso al delincuente, ella responde que se echa de lado porque la están disparando, lo cual es más que lógico.
Se la acusa de no haber respetado el protocolo, esto es prender luces de seguridad, cortar la corriente y luces de adentro, todo lo cual se encuentra en lo alto, por lo que la mujer responde que con un tipo apuntándola y habiendo ya disparado tres tiros no se acordó de nada, sin embargo y curiosamente, cuando pasa las placas de uno de los coches el operador de la central no las toma, cuando se las vuelven a preguntar ella ya no se acuerda y recrimina no las hayan apuntado al momento para radiarlas.
En otra falla al protocolo el chofer de la unidad se deja las llaves puestas, Beatriz a esto dice que siempre se actúa así y es que la puerta se cierra y sólo desde adentro ella la puede abrir con una palanca.
Se carea con el jefe de seguridad y a éste le dice que él no vivió lo de ella. Éste la responde que cuando aceptó este trabajo ya sabía a lo que se arriesgaba.Como que es un poco absurdo convertir a un trabajador en héroe por haber aceptado un trabajo. Si todo el que acepta un trabajo de estos tuviese que jugarse la vida a nadie le daría tal trabajo hasta que demostrase con hechos que iba a hacer todo lo posible y hasta lo imposible, por evitar un delito, de tal suerte que nadie trabajaría en esto, sin embargo podemos ver a Beatriz y a pesar del terror que tiene que ser recibir tres tiros en un pequeño espacio y sin saber si van a acabar contigo, como trata de esconder la escopeta para dispararla y su sangre fría para todavía asomar la cabeza e ir dando la numeración de las placas.
Y mientras ella es sentenciada a doce años de prisión por hacer lo más fácil, implicar a alguien en un delito sin mayor investigación, de los verdadero delincuentes que se llevaron el dinero ni rastro.
Y vienen las siguientes fundadas sospechas que dejo a criterio del lector.
Una persona del estacionamiento vio como un individuo abría la puerta con un extraño hierro y estaba dispuesto a declarara las características de los dos individuos, nunca le tomaron declaración ni hicieron retratos hablados.
Está por demás claro que los que actuaron conocían a la perfección todos los movimientos, incluso en que momento se iba a quedar la camioneta sola, pues no creo haya sido obra de la casualidad el que la asaltaran precisamente cuando hubo una falla en un cajero. Y por supuesto, está por demás raro que un operador ante tal emergencia no haya anotado las placas que le pasaba la custodia.
Se preguntaban porque los tres hombres abandonaron la unidad y dejaron sola a Beatriz, ésta respondió que fue porque la propia compañía falló al protocolo que de repente tanto parecen defender, pero para lo que les conviene, pues este dice que de ocho millones para arriba la camioneta debe ser custodiada por una patrulla, lo que curiosamente tampoco sucedió aquel día, motivo por el cual los tres hombres tuvieron que ir al cajero.
Beatriz, mujer y madre, para llevar el sustento a casa tenía que estar a las seis de la mañana en la base, si trabajaba ocho horas le daban un mísero sueldo de 900 pesos semanales, por lo que tenía que doblar turno para poder ganar un sueldo decente de 2500 semanales, para ello trabajaba desde la seis hasta las diez de la noche y con un día de descanso a la semana. «Gran sueldo» para jugarse la vida.
En realidad el robo me trae sin cuidado y hasta veo una acción por demás chistosa pero que una inocente esté en prisión, eso sí, eso me remputa hasta la madre y son demasiadas las que pagan por algo que no han hecho.
Siete años llevaba con esa vida de esclava para ganar un salario de miseria, en que cabeza cabe que ahora iba a ser cómplice desde su propia ratonera.
En estos momentos se encuentra con una apelación a la sentencia.
¡Libertad inmediata para Beatriz!

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